domingo, julio 13, 2014

El Río

A Gabriel,Tallulah, y todos mis compañeros de "El Río Poesia Contemporánea" de la Escuela de poesía Prometeo
EL RÍO


Conozco un lugar en el mundo físico,

que me transporta directamente hacia un río.

¿de agua salada?

No

¿de agua dulce?

No

Un río de aguas cafeinadas,
de amargos y dulces trayectos.


En este sitio,
casa donde nos reunimos,
puedo sentarme a escribir poesía en un rincón
sin sentir miradas que me violan.


Todas las miradas irrumpen con una confianza
en la que la desnudez del alma no es denunciada,
ni mal vista.


Todo es tan cálido como el mismo café que se destila
a medida que escribo,
sin ser percibida.
Las paredes heladas son cálidas,
las baldosas cálidas,
las puertas siempre son de entrada.

Las lagartijas juegan a las escondidas detrás de las puertas,
mientras el viento se filtra por el patio cálido.
Cuando hay tormenta,
es la más veraniega;
iluminada por palabras,poemas
y una que otra bombilla amarilla.

Mi balsa de papel flota en el agua del río,
por entre los juncos de diferentes bosques,
se enreda,
se desvía,
se voltea,
me zambulle en sus aguas gélidas,
cálidas,
me da un vuelco en la conciencia.
En algún momento toco con mis pies las palabras del fondo
y me recorren hasta la ultima fibra del cabello cuando lo hago.

Bajo la superficie del río, hay una gran variedad de palabras vivientes.
Hay unas que muerden, se alimentan de la carne humana;
cuando menos lo esperas te consumen hasta los huesos.
Otras  se alimentan de lo que crece por ahí
 en alguna isla,
 espontáneamente.
Hay especies  lo suficientemente grandes como para tragarnos enteros,
con balsa y todo;
nadan hasta algún sitio desconocido para vomitarnos
y dejarnos en medio de una pequeña quebrada.

Hay palabras que se comen y saben bien,
otras podridas;
unas tienen muchas espinas y nos ahogan,
pero están también las que se tragan a la fuerza.

Mi sed es calmada con las aguas del río,
mi mente se desnuda para impregnarse de ellas,
sin importar lo que exista en sus profundidades.

Y regreso a la casa, mientras ruge la máquina cafetera.
Pero cuando veo que todos cálidamente se despiden,
no hay adiós;
se apagan los cigarros,
las bombillas,
la sesión llega al ocaso.

Hasta luego,
por si acaso...













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