lunes, enero 13, 2014

Visita y honor a Jorge Isaacs


Al lado de su tumba me senté para redactarle un poema a uno de los personajes más representativos del romanticismo mundial.
*
*¡Oh, Efraín! ¡Poesía en tu tumba!*

Te fuiste y dejando a tu María
cruzaste los mares,
conquistaste otros mundos ajenos
buscando la cura para su dolor, cuando tus besos fueron su mejor suerte.

Comprendo el dolor de su partida, y de cuando te quedaste solo
recorriendo los pasillos en los que algún día se sentó en quebranto mientras llovía,
y aparecía la Epifanía, cruel y sutil,
de los pájaros negros volando sobre la hacienda.

Me enseñaste, por fin, comprendí,
el dolor del amor verdadero,
el dolor del abandono de un beso sincero,
de las caricias que como rosas, diariamente te renovaba
frescas, suaves y exquisitas,
y ahora se quedaron marchitas.

Adiós María, mi amor, con tus trenzas largas y tupidas
te vas y fue inútil haberme ido tan lejos buscando una cura para ti
por que quizá no pude contenerme a la idea de darte un futuro
pero observo ahora que yaces ante mí, con ese rosal florecido sobre tu tumba
que yo era el remedio para tu agonía,
y que en realidad esta no se llamaba agonía:

Se llamaba amor.

"-No duermas, suplicante me decía escúchame..., despierta-.
Cuando haciendo cojín de su regazo,
soñándome besarla, me dormía.

Más tarde, ¡horror! En convulsivo abrazo
la oprimí al corazón... rígida y yerta!
En vano la besé – no sonreía;
En vano la llamaba – no me oía;
La llamo en su sepulcro y no despierta!"
Jorge Isaacs.






*¡Oh, Efraín! ¡Poesía en tu tumba!*


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