Y es tan fácil para ellos ignorar el silbido del viento en sus ventanas,
No escuchar las gotas de lluvia salpicar luego de unos años deserticos.
Es la ansiedad la que me levanto a las tres de la mañana,
para contemplar cómo el viento perturbador ha venido a sacudir las hojas y mi mente una vez más,
Para temerle.
Todos duermen
y despierta, busco una medicina para dormir,
como toda una humana transtornada por los bruscos cambios del mundo.
Busco la tranquilidad en amar la piedra como Sísifo,
La paz en observar por los fríos cristales,
Las sacudidas de las palmeras y el Guayacan que se deshoja y se estremece.
Aún se puede sentir el dolor del inminente pudrimiento de las hojas que se despegaron del árbol,
para rodar por el suelo y el viento hasta secarse,
Tal como tu y yo,
Tal como tu y yo,
cuando nos cortaron el cordón umbilical para comenzar a rodar por los caminos de esta vida.
Me duermo,
de repente,
por la gran voluntad de la naturaleza,
y finalmente regreso al trance nocturno para continuar imaginando el nuevo sol.
Ansiedad.
De poder cortar con la mirada el mundo en pedazos,
¡Cómo me ha costado dormir, para tener que abrir los ojos otra vez, y muy temprano!
¡Maldita sea!
¡Maldita sea!
Pero sólo por que este lápiz no me quiere soltar la mano izquierda: bendita sea.
Amén.
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