He
terminado, me he decidido al fin por el vestido, aquel con el que se iluminan
mis ojos, hecha con tela blanca, como tomada de las nubes que se arremolinan en el
firmamento sobre mí.
Siento una lluvia tan refrescante, un par de gotas que
caen del cielo,
el viento las dirige hacia todos los sitios, hacia todos los
rincones para que revivan todos los pastos y las flores, los árboles y para que
se escurra el cemento.
llueve entonces y se escucha entre las ramas el canto
agudo del viento.
Se forman charcos en la tierra, lodazales extensos bajo la
grama cubierta de agua,
jamás la lluvia había sido tan dulce, me siento una
sola con el cielo, con el aire y
con el suelo.
Mientras repica en mi sombrilla un centenar de gotas que me
acompañan, con mi vestido puesto, la modista me sigue como un ángel , para
vigilarlo,me ha prestado sus botas para pasar por el pasto.
No tengo alas pero siento que vuelo y ya casi que
ha llegado el momento para que en la fiesta me vean, la modista recoge bien el vestido
para evitar que se impregne de agua o de lodo, ya casi voy a llegar al
camino que me lleva al pueblo, donde ya no hay lodo ni llueve.
Me pongo las
zapatillas blancas, ha dejado de llover y ya llegamos al camino
la modista orgullosa me observa:
Oh como le queda hermoso
ese vestido, Blanca como una paloma que se va de su nido, se despide ya de su
niñez sintiendo lo que yo jamás había sentido.
Adiós
No hay comentarios:
Publicar un comentario